fuimos
a ver el cadáver
en
la playa
ese
gran objeto azul
carne
casi negro
que
arrojó el mar
con
un gesto de maestro
de
ceremonias
su
gran reverencia
a
nuestros pies
el
olor era el único pensamiento
imaginaba
que quedaría ahí
para
siempre
en
la arena
no
habría forma
de
quitarla devolverla
tal
vez cortar en trozos
la
grasa
el
cuero oscuro
los
huesos cúbicos
los
arcos perfectos
y
el cráneo largo donde hubo
olfato
mirada orientación
un
extravío que el mar
bañaría
en cada marea
pero
no quedó nada
estuvo
para nosotras
una
sola tarde
bajo
el sol
llegamos
en excursión
por
el entusiasmo de mi padre
de
llevar a las nenas a ver
una
ballena
de
cerca
un
cachalote –dijo
no
me gustó esa palabra
me
gustaba llamarla
ballena
azul balleeena
ondulaba
alrededor de mi boca
la
gente subía al cuerpo desnudo
lo
recuerdo-
como
si no hubiera estado
vivo
hubo
que lavar las zapatillas después
también
las nuestras
aunque
no intentamos subir
toda
la playa estaba llena
de
su materia derramada
canales
en la arena
que
el mar no alcanzaba
a
lavar
mi
padre hacía fotografías
pero
ninguna quería detenerse
posar
frente a esa cosa
pudriéndose
en medio de la
fiesta
nadie
se daba cuenta
que
ya no respiraba
su
gran pulmón de flores
de
agua
árboles
de oxígeno brillante
vuelto
una bolsa arrojada
en
la orilla
secándose
como una cáscara
el
revuelo de las aves
hambrientas
en
medio de las cabezas
de
los hombres
como
recién creadas para esa
avidez
¿qué
vimos esa tarde?