La presencia de los objetos, su evidencia concreta, su espesor
sus tres dimensiones, su lado palpable, indudable,
su existencia de la que estoy más seguro que de la mía...
Francis Ponge
Se volvió un objeto
de anticuario frente a nuestras narices, polvo que regresó al polvo de la nada.
Blanco al blanco.
Era el tarro de
cartón con franjas azules o rojo y verde, según el perfume y el destino; el
cilindro perfecto para la mano, el juego de la muñeca que lo llevaba y traía
por el mundo. La tapita de chapa perforada por donde se esparcía la sustancia y
la contratapita del fondo siempre oxidada de estar cerca del agua.
La nube, el
estornudo, la disolución, todo perdido.
Porción de biclorín
que tomábamos con las yemas del pulgar y de otro dedo, partículas que flotaban
en el aire y se posaban en montoncitos sobre el lavamanos, la sartén y el mango
de la cuchara. Un poco de agua las volvía acero, lima, abrillantador, rey de la
casa, amada en el amado transformada.
Era de ver la
transformación del polvo en agua. Dónde estaba después a nadie le importaba, a
veces un halo casi de tul sobre los azulejos, un nimbo en el fondo de la olla,
eso era todo y un regustito mineral en la sopa, regreso a otras edades de la
cosa.
Ahora, en la penumbra
húmeda del bajo mesada, ya no hay cartón, ni mujercita en delantal, escoba en
mano, ni destellos de estrellas; queda un rollito de virulana, recita a ratos a
Quevedo: polvo serás, más polvo enamorado.
(A mediados de este año, la empresa Colgate-Palmolive anunció que ya no fabricará en nuestro país el tradicional polvo limpiador Odex -más conocido como Puloil)
No hay comentarios:
Publicar un comentario