miércoles, 18 de septiembre de 2013

Martes 30 de julio 2013

Me sorprendió una maceta en la entrada de baldosas de una casa –y sé quién vive en esa casa, qué hermanos que no imagino cultivando flores-
Pero me sorprendió esa maceta llena de pensamientos gozosos, frescos, recién despiertos, violeta bordó casi negro amarillo entreveros.
-Es hora de poner pensamientos- pensé
Es hora- pensé y pensé en el calendario.
Flores para salir del invierno, hacer girar el tiempo, la tierra en un gran bostezo, el año nuevo.
Aquí la idea interrumpió la secuencia: el año nuevo acaba de empezar, las señales son clarísimas: días más largos, brotes, flores en los almendros, los pensamientos en la maceta de los vecinos.
Lo demás es una abstracción: bruscos cortes en el almanaque, engaños; arrebatan.
Delante de nuestros ojos está el otro tiempo, el tiempo material, lento y suave, con sus secuencias largas, desplegándose como un abanico pintado con flores y pájaros. El tiempo de la belleza: encarna colores, sombras, susurros, pétalos, migraciones, sal, sequía, transparencias, pariciones, muertes.
Sería más fácil si no lo olvidáramos.
Mi otra vecina, la del jardín milagroso, lo sabe perfectamente: En las vacaciones de invierno se siembran los gladiolos – me dijo, como una fórmula mágica que sacará varas rojas en diciembre.
Sólo se trata de adscribir la poética de la estrella.


No hay comentarios:

Publicar un comentario