Una
de todas las hojas de un parral, iluminada por una línea de sol que
descubre las manchas amarillas que empiezan; lo verde, lo marrón.
Una
lámpara era esa hoja en el follaje opaco hace cinco, diez minutos. Ahora que
vuelvo a pasar ya no está. Si volviera mañana a la hora exacta tampoco la
encontraría (es la belleza).
La
luz crea las cosas, transforma la materia hasta hacerla transparente o espejo o
fundirla en la oscuridad.
Esa
hoja estuvo ahí, en esa exacta disposición iluminada, uno/ dos
minutos para mis ojos, ese día esa siesta. No se acaba. Permanece.
El
silencio perfecciona la luz.
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