A veces, de pronto, extraño a la niña tímida que fui. El pelo atado,
las rodillas juntas, la inclinación de la cabeza, la mirada un poco escondida.
La encuentro intacta en las fotos de entonces.
Hablaba poco, la voz baja, siempre un paso atrás en la escuela, en las
clases de italiano, en el grupo de amigas. Era alta en esa época, la última de
la fila, la del último banco en el aula.
Era buena alumna, tranquila, sonriente.
Extraño especialmente su silencio, su cabeza metida en el silencio.
Muchas veces quisiera poder
volver a ese silencio. No de soledad, ni de tristeza. Silencio de
lentitud. No había apuro para los días, hacía las tareas con tranquilidad,
hablaba poco, escuchaba. Leía.
Recuerdo una vez, una imagen que quedó grabada para siempre, un detalle
que todavía destella.
Amalia llegó al grupo en 4º o 5º grado. Una nena alegre que se hizo
rápido amiga de todas. Linda, iluminada.
Una mañana, en el recreo, yo estaba parada en una ronda de compañeras
y ella vino desde atrás y me subió las medias. Nada más que eso. Y reírnos.
Usábamos pollera y medias tres cuartos, seguramente azules. Se les
aflojaban los elásticos y se caían. Algunas chicas usaban cancanes bajo las
medias, yo no. Era como un lujo ponerse cancanes y también un poco sofisticado
para mi familia, lo pienso ahora.
Ese gesto de Amalia, un gesto corporal, de contacto corporal, en esos
años setenta, de poco contacto físico entre nosotras, me sorprendió. Me
avergonzó un poco por mis medias caídas, pero a la vez lo sentí como un gesto
amoroso, una complicidad.
No sé por qué estoy recordando esto hoy. Pero ese gesto decidido y
cálido, fue un destello de algo; un instante perdido en el mar de recreos de la
escuela primaria que quedó brillando, una estrellita. Algo con mi timidez, algo con la amistad, algo
con lo humano. Un aviso de los encuentros que vendrían después, la posibilidad
de recibir.
A esa nena extraño a veces. Sé que sabía cosas que ahora ignoro. De la
poesía, por ejemplo.
Quisiera, por un momento, su cabeza silenciosa, serena, sin necesidad
de demostrar nada, de decir nada. Una cabeza limpia, mirando el mundo, ocupada
en sus pensamientos. Haciendo silencio.